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CARTA DE UN AMIGO

Fue este último domingo cuando me enteré de que habían despedido a Arturo Acón. Las primeras palabras que salieron de mi boca fueron: ¡Qué cabrones, malditos bastardos! Un amigo en común, ferroviario como él, me lo comunicó a las pocas horas de llegar de Brasil, donde he estado trabajando los último cuatro meses. Sí, soy un nuevo emigrante, aunque la muy salá de la Fátima Báñez prefiere decir que ha sido una movilidad geográfica. Sólo con escribir su nombre me dan arcadas.

No me lo podía creer. De hecho aún no me lo creo. Sólo he hablado unos minutos por teléfono con Arturo. Está muy atareado con lo que le ha sobrevenido, aunque en los próximos días nos veremos, charlaremos y me explicará lo sucedido.

Arturo siempre ha ayudado a todo el mundo que se lo ha pedido, que ha necesitado de él para cualquier asunto, legal o no. Le ha quitado tiempo a su familia para intentar solucionar los problemas de sus amigos y a veces aunque no lo fueran de antemano han acabado siéndolo. Les ha dedicado todo tipo de esfuerzos porque sabía que era una causa justa. Recuerdo los días, semanas, meses, que dedicó a defender a los compañeros de "La Fábrika de hielo", en Churra. Y como este caso otros tantos. 

De Renfe ha llevado muchos pleitos. Más de diez años da para mucho, y no digamos los esfuerzos y sacrificios para tirarlos adelante. Siempre desinteresadamente, ya fueran de afiliados de la Soli o no. Y me pregunto qué habrá sucedido para que de la noche a la mañana le hayan despedido por algo que su empresa sabía que desarrollaba desde hacía muchos años. Tan solo se me ocurre que con los habituales cambios de silla que se producen en empresas públicas como Renfe, cuando cambia el color del gobierno, algún sectario, inquisidor y lameculos del PP, reconvertido o no, que su único mérito hasta la fecha habrá sido precisamente el de lamer culos, haya satisfecho los deseos de quien le colocó en el cargo, que para estos trabajitos le nombró. Además de para servirle café, decirle sí a todo cada vez que abre la boca, llevarle el maletín y despejarle la chaqueta de la más minúscula mota de polvo.

Pero no quiero extraviarme. A lo que iba. Ha sido este amigo en común el que me ha hecho saber de la existencia de este blog, para que me informara con todo detalle de que iba el asunto. Lo único que veo es que no veo ningún motivo para despedir a Arturo, pues sólo desarrollaba una labor sindical completa, la de defender en último recurso por vía judicial a unos trabajadores. Pero ya se sabe que a los cavernícolas ni les gustan los sindicatos, salvo que éstos formen parte de su estructura empresarial, ni les gustan las sentencias que no les son favorables, ni les gusta nada que no sea la de todos firmes, que para eso vamos hacia un sistema totalitario, si es que alguna vez lo hemos abandonado.

Sin embargo hay un punto que no acabo de entender. Cómo se producen tantos días a compensar y cómo se pueden trabajar jornadas de más de dieciocho horas en un puesto tan sensible como el de maquinista. Y ahí es dónde me viene a la memoria el accidente del tren Alvia a las puertas de Santiago de Compostela. Si a día de hoy no hubiera ocurrido, la dichosa curva de Angrois permanecería tal como estaba el día del fatídico descarrilo. En estado latente, esperando que se dieran las circunstancias que se dieron aquel día para acabar segando la vida de 79 personas. Y también en estado latente estaría cualquier punto de las vías férreas de Barcelona, esperando que un cúmulo de circunstancias produjeran otro lamentable accidente porque a un indocumentado o serie de indocumentados le dio, o les dio, por autorizar estas abusivas jornadas. También veríamos luego cómo habría un único culpable, el maquinista, y como justificarían con infinitas mentiras que todo era seguro: el tren, la infraestructura y el sistema de trabajo, que estaba dentro de la legalidad. Bien, su legalidad y la de algunos sindicatos que se venden por menos de treinta monedas de plata.

Y nada más, sólo esperar que se haga justicia, aunque la justicia en este país está en horas bajas, pues no tardaremos en decir de nuevo que sólo van a la cárcel los que roban una gallina para alimentar a sus churumbeles.

¡Ánimo Arturo! No te van ni nos van a doblegar.

Juan Hernández
Elx 

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